No se puede sustituir el pedido de disculpas.
¡Cómo nos cuesta pedir disculpas! ¿No?
Es más fácil comprar un regalo, hacer algo que el otro había pedido y lo postergabas, hacer silencio para que el otro no note que ahí hace falta una pieza, una disculpa.
¡Cuanto necesitamos una disculpa cuando nos han lastimado! ¿No?
Cuando nuestra credibilidad o valor fue puesto en duda, cuando nuestro conocimiento fue menospreciado, pero es más fácil recibir el regalo, aquel pedido viejo o ese silencio donde sabes que falta una pieza: La disculpa.
El valor de la disculpa radica en poner a ambas partes del conflicto en una nuevo equilibrio, en un estado de reparación temporal o permanente.
Eso, si las disculpas son sinceras y son acompañadas por un cambio en la acción.
Sin evidenciar tu necesidad de una disculpa, el otro va a asumir que esta bien un regalo, un silencio, porque tu validas ese regalo o silencio con tu silencio.
En este caso, es tu responsabilidad seguir tomando lo que no necesitas en lugar de una disculpa.
Sin animarte a recibir el pedido de disculpas al otro, le quitas la oportunidad que te muestre su dolor y lo comparta contigo, para resolver el problema juntos, en equipo.
En este escenario tu necesidad de ser perfecto o perfecta siempre te quita la oportunidad de mostrar cuan vulnerable eres ante el otro y te separa de él, generando vacío y soledad.
Las disculpas son un límite entre el caos y el orden nuevo.
Si tienes miedo de pedir disculpas o de exigirlas, tal vez es una señal de que necesitas que charlemos. Será bueno.