Separarse pasa un día, una hora, un minuto. Pero el proceso de separación lleva mucho tiempo donde hubo impotencia, frustración, miedo, culpa, vergüenza, etc.
Lo que se deviene después de la gota que colmó el vaso es caotico.
Porque cada uno tiene que llevar lo suyo sacándoselo al otro.
Es un momento de querer entender qué paso en ese minuto. ¿Qué no viste?
¿Cómo es que se acabó si todo estaba bien?
Y con estas preguntas viene la imperiosa necesidad de volver un minuto atrás, donde todavía había un proyecto en conjunto, donde a tu lado estaba esa compañía, donde aún se estaba escribiendo esa historia, pero al mismo tiempo sentir fuertemente que algo dentro tuyo se ha roto para siempre.
Cuando una pareja se separa, no es el mejor momento para insistir, para entender qué pasó, qué dijiste, qué dijo.
No es momento de hacer en una semana lo que el otro ha pedido por largo tiempo.
Cuando una pareja se separa es momento de volver a ser uno, de volver a ti.
La otra persona ya no te necesita. Te necesitas tú.
Necesitas vivir ese duelo para reconstruir una nueva versión tuya, un nuevo proyecto personal de vida.
Tu energía debería ir a ti.
¿Duele? ¡Por supuesto!
Un final, sobre todo cuando no fue tu decisión, es tremendamente doloroso.
Vas a recordar momentos felices, vas a olvidar momentos malos, vas a minimizar el conflicto y hasta vas a convencerte de que aún pueden funcionar.
De cualquier forma, vuélvete hacia ti, porque tú te necesitas.
El otro ya no te necesita, el otro ya se fue.
Ya no depende de ti como sigue el otro, depende de ti como sigues tú.
Tú eres tu responsabilidad.
Si no puedes manejar tanto dolor, consulta con un profesional de la salud mental, quien te puede guiar en este camino oscuro y frío a que te encuentres de nuevo contigo, te abraces, te ames, te elijas.
Cuéntame aquí tu historia, charlemos.