La persona narcisista sólo se mira a sí misma y apenas logra conectarse con aquello que considera como propio pero fuera de ella.
Las madres con transtornos narcisistas establecen la relación con la hija plagada de actitudes perversas, falta de comunicación, de cuidados y de recepción de de la identidad de su hija. Toda esta dinámica hace que la hija se deshaga en esfuerzos tratando de agradar el apetito insaciable de esta madre insatisfecha, comprometiendo así su autoestima y capacidad de realización.
Darse cuenta que una fue o es hija de una madre narcisista duele, proque una espera en algún momento y tras algún esfuerzo especial ser aceptada finalmente. Duele porque es duro romper con el ideal establecido de que toda madre espera lo mejor para sus hijos.
Esta es una dinámica permanente que se establece entre una madre narcisista y una hija "chivo expiatorio" de la familia.
Los otros hijos, si los hubiera, ocupan otros lugares, como "el hijo adorado" que recibe todos los atributos positivos y es el hijo protegido, incapacitado emocionalmente por esta madre narcisista.
Esta es una dinámica entera que no sólo afecta a los hijos, sino a toda la familia.
La existencia del chivo expiatorio entre ellos se torna cruel.
Generalmente es la hija mujer mayor la que recibe esta proyección negativa de la madre narcisista, pero puede caer en los otros hijos.
Quien tiene una personalidad narcisista y ejerce la maternidad, se le vuelve muy difícil el ejercicio de la empatía con sus hijos.
La madre narcisista tiene una enorme habilidad para hacerse la víctima y la incomprendida por su hijo o hija ingrato, entonces logra que toda la familia se ponga de su lado y en contra del chivo expiatorio, hasta que algún día, de alguna forma, los demás logran comprender que esa era una dinámica tóxica.